Alice Dixon I

Capítulo primero - Alice Dixon

Breathe me - Sia (Pincha para escuchar la música)

Iba a empezar a llover, así que apresuró el paso. Alice corrió calle arriba hasta un bloque de apartamentos antiguos, directamente sacados de los 70.

Se dirigió al último portal de la calle, sin duda el más cuidado de todos.

Rebuscó en la gabardina hasta encontrar lo que estaba buscando: un manojo de llaves. Había olvidado que llave abría cada puerta, así que perdió bastante tiempo probando cada una de ellas.

Ya dentro del portal, resguardada de las gotas que habían empezado a caer, se dio cuenta de que el ascensor no funcionaba y tendría que subir por las angustiosas escaleras de caracol que tanto odiaba.

Llegó a su destino, apartamento 402. Al colocar la llave en la cerradura  se dio cuenta de que entrar sin más podría ser demasiado brusco. Lo mejor que podía hacer era llamar al timbre. Y no lo hizo solo una vez, sino cinco.

- ¿Charlie? – preguntó en voz alta, cuando le empezó a doler el dedo de tanto pulsar.

Pero como nadie respondía, decidió pasar a la artillería pesada y abrió la puerta.

- Oh, dios mío…

La entrada no parecía una entrada. Había un espejo roto en la pared y miles de botellas de cerveza vacías esparcidas por el suelo. Parecía el escenario de una batalla campal o los restos de una fiesta descontrolada. Oyó ruidos que venían del salón. Con mucho cuidado para no pisar los cristales, sorteó las botellas y se abrió paso hasta una pequeña sala oscura y desordenada. El olor a cerrado quemaba la nariz de Alice, que instintivamente se acercó a la ventana para abrirla.

- Vete. – dijo una voz ronca, que la sobresaltó.

- ¡Charlie!

Alice no la vio porque se había fusionado a la perfección con el ambiente. Vestida con un chándal viejo, Charlotte llevaba el pelo enmarañado, unas ojeras de por lo menos   varias semanas y una botella medio vacía en la mano.

- Charlie, ¿qué demonios ha pasado aquí? ¿Qué es toda esta porquería?

Pero era como hablarle a una pared. Se había tirado como pudo en el sofá y no parecía dispuesta a hablar.

- Levántate ahora mismo, vamos a poner todo en orden antes de que llegue tu hermano.

Charlotte reaccionó.

- ¿Matt va a venir?

Alice sacudió  afirmativamente la cabeza y se dio la vuelta para abrir la ventana.

- No.

Tuvo que tirar bastante fuerte para conseguirlo.

- No.

Las vistas daban a un callejón. No era muy agradable de ver.

- ¡No! – Alice se sobresaltó ante la histeria que desprendía la voz de su amiga.- ¡No puede venir aquí!

- Bueno, es su casa…

Charlotte se abrió paso por el salón hasta llegar a ella. Tenía los ojos rojos, muy rojos. Y estaba enfadada. A pesar de que Alice era bastante alta no supuso ningún problema para Charlotte ponerse a su altura.

- Escúchame.- dijo casi en susurros, agitando la botella.- Vas a decirle a mi hermano que no hace falta que venga aquí.

- ¿Qué no hace falta? ¡Estás loca! Necesitas ayuda, Charlie. –Le sostuvo la mirada.- No voy a engañarle.

Charlotte relajó un poco el gesto hostil. Se llevó la botella a los labios y la vació de un solo sorbo. De súbito, se echó a llorar.

- A-Alice… - La botella se le resbaló de la manos, cayendo al suelo. Alice la abrazó.- Está muerto, está muerto por mi culpa…

Alice se mordió un labio, pensando que decir que no hubiese dicho ya en los dos últimos meses.

- Charlie, cariño…eso no es cierto.

Charlie se apartó rápidamente. En sus ojos se mostraba ira.

- ¡Tú no sabes nada! ¡Nada! –Charlotte empezó a empujar a Alice hacia la puerta- ¡Vete, fuera de aquí!

Antes de que Alice pudiese replicar, ya estaba parada frente a una puerta cerrada.