Capítulo once - Micke Johnson
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Este es el cuarto de baño. No hagas caso al desorden, normalmente no
está así. Y esta es la cocina, que... tampoco está así nunca. ¡Cuidado
con el microondas! Sí, lo tengo ahí tirado porque no me cabe en la
encimera. Ya, una mierda. Bueno, ¿quieres que saque alguna cerveza y me
cuentas por qué estás aquí? Intuiré que eso es un sí. Tío, tienes que
aprender inglés o te van a comer vivo...
Mike
tenía la sensación de que Erik solo asentía con la cabeza a cada una de
las palabras por educación. Dejó a su huésped en el salón y entró en la
cocina para coger las bebidas, después le tiró una y se sentó a su
lado.
- Bueno, ¿que hace un finlandés en Londres? Cuéntame.
- Tengo que filmar una película.
- ¿Una película? ¿Eres director?
-
Bueno, soy estudiante de cine. Se supone que esta es mi carta de
presentación al mundo cinematográfico. -aclaró Erik.- Tengo que
currármelo.
Mike le miró fijamente y se empezó a reír.
- ¿Qué te hace tanta gracia?
- La fluidez con la que de repente hablas inglés. Me tenías engañado.
Erik se unió a su risa.
-
Colega, tenías que ver tu cara cada vez que intentabas explicarme algo.
Siempre que viajo a otro país hago lo mismo y es muy divertido ver como
reacciona la gente.
Repentinamente sonó el teléfono móvil de Mike, que se excusó para atenderlo. Resultó ser un mensaje de texto de Alice.
- Eh,- dijo Erik.- ¿estás bien? Te has puesto pálido.
- No, estoy bien.- se levantó.- ¿Algo para picar?
- Vale.
Cuando
estuvo en la cocina de nuevo, a salvo de las miradas de Erik, volvió a
leer el mensaje. “Han reabierto el caso. ¿Quién se lo dice a Charlie?”.
La pregunta sonaba tonta, pero Mike comprendía a Alice: Que ella fuera
su mejor amiga no quería decir que quisiera aguantar el arrebato de
Charlotte al enterarse. Mike cogía unas aceitunas de la nevera mientras
pensaba como había llegado a la conclusión la policía de que el acusado
era inocente. No se le ocurrió mucho. El reconocimiento de los hechos ya
era suficiente, ¿no? Sangre en sus manos, una testigo...
Se
escuchó un fuerte ruido en el salón. Mike corrió hacia allí, y antes de
que pudiera preguntarle a Erik que había pasado la respuesta ya se
mostraba evidente.
Erik
se encontraba de pie al lado de la estantería con una cajita de madera
abierta. Intentaba cerrarla a toda prisa en su sitio de nuevo antes de
que su anfitrión llegara pero fue inútil. Ambos se quedaron mirandose,
sin nada que decir.
- ¿Qué coño haces? - preguntó Mike, un poco enfadado.
- Yo... -Erik buscaba desesperadamente las palabras para explicarse.- Lo siento, tío.
Mike le arrancó la caja de las manos. Se sentó en el sofá y empezó a rebuscar en ella.
-
¡Eh! -dijo el finlandés.- no he tocado nada de dentro, simplemente
estaba mirando la bola de cristal esta que tienes aquí al lado y se me
cayó la caja accidentalmente, en serio. ¿Es de Belfast, no? ¿has estado
allí?
-
Nací allí. -Mike respiró hondo y dejó la caja a un lado.- Siento
haberte gritado. Aquí guardo mis más oscuros secretos y no me gustaría
que nadie los viera.
Parecía que la tensión había desaparecido asi que Erik volvió a sentarse.
- ¿Secretos? ¿Cuáles?
- Tío, se-cre-tos. ¿Lo pillas?
- Bueno, vale. No he visto nada.
“Claro
que lo has visto. Pero tranquilo, no lo verás más” pensó Mike para sus
adentros. Y por eso, cuando Erik se despertó en mitad de la noche para
ver lo que había en la caja, encontró bajo la tapa, ocultas, unas recetas
de cocina.